Semana Santa. Época de procesiones, torrijas, exámenes de final de segundo trimestre, lluvias que arruinan las procesiones… Y gente dando el coñazo con lo mucho que odia el cristianismo. Y es a estos últimos a quienes quiero dirigirme especialmente. Porque, al igual que Cristo vino a llamar a los pecadores, yo, haciendo honor a mi tocayo más famoso, vengo a predicar su mensaje. A través del metal, faltaría más.
Bromas aparte, la relación entre religión y metal (que muchos consideran incompatible) es algo que desde hace tiempo me fascina. Especialmente en los terrenos del metal extremo. Porque, por muy paradójico que suene, con la fuerza y crudeza inherentes al mismo, considero que es un medio cojonudo para transmitir ciertos mensajes espirituales. Así que, aprovechando estas fechas tan señaladas, se me ocurrió ahondar un poco en esa intersección entre fe y caña burra. He escogido 10 discos, intentando cubrir variedad de estilos. Y no me he limitado a trabajos que mencionen a Dios de forma explícita; basta con que su influencia se deje sentir, aunque sea de manera sutil o indirecta. Porque, como dijo el apóstol San Pablo: “Los caminos del Señor son inescrutables” (Romanos 11:33).
Nota importante. He decidido dejar fuera a Stryper y As I Lay Dying. Los primeros, porque todo el mundo los conoce y son la opción más obvia. Y los segundos porque, a tenor de las andanzas de Tim Lambesis en los últimos años, ha quedado sobradamente claro lo hipócritas que son sus letras.
El altar del holocausto - - S H Ǝ - (2015)
Era
obvio que el combo salmantino iba a aparecer, así que no vamos a
retrasarlo más. No solo porque se han granjeado una fama bastante
respetable a nivel nacional, a base de dar conciertos (perdón...
homilías) por toda la geografía española, incluyendo algunos festivales
de renombre. Sino también porque aquí, en este humilde portal, somos
devotos confesos de su propuesta y resultaba imposible dejarlos fuera.
Solo quedaba la duda de cual de sus obras iba a aparecer. Me he acabado
decantando por ‘- S H Ǝ -’, su segundo disco. Personalmente, es el que
más me transmite. Pero absolutamente todo lo que ha sacado esta gente es
oro puro, por lo que no había mala elección posible.
Aunque
abiertamente cristianos, sus temas carecen totalmente de letras, más
allá de alguna narración a modo de intro o de cierre. Es por medios
puramente instrumentales por los que el combo salmantino transmite su
sincera devoción en Cristo, sin necesidad de sermones. Con una elegancia
tremenda, construyen largos y sobrecogedores in crescendos que acaban
por envolverte en atmósferas luminosas y cargadas de misticismo. Pero es
en directo donde su propuesta alcanza su máximo potencial. Ataviados
con blancas ropas de penitentes, y bajo el más estricto anonimato;
reparten una cantidad de tralla que te deja patidifuso. Ya seas
cristiano, ateo, agnóstico, o budista.
Great Cold Emptiness - Immaculate Hearts Will Triumph (2023)
Originalmente
concebido como una “one man band”, el ahora trío radicado en Canadá nos
ofrece una propuesta cargada también de misticismo y espiritualidad. Su
sonido, a grandes rasgos, se podría definir como un cruce entre funeral
doom y black metal atmosférico. Pero con una producción que huye de la
pesadez del primero para abrazar un sonido mucho más etéreo, casi
celestial. Sus letras siempre han girado en torno a tradiciones
ancestrales, la oda a la familia y la naturaleza, y en general un canto
al estilo de vida antiguo. Con su tercer disco, el último hasta la
fecha, deciden dar una vuelta de tuerca a su propuesta y se adentran en
un terreno más espiritual.
Según cuenta el propio Nathan
Guerrette, líder del grupo, todo comenzó durante una peregrinación
realizada en octubre del 2020 a la tierra donde vivieron sus antepasados
siglos atrás. Bajo el amparo de un imponente paraje natural, sintió la
presencia de Dios y de sus ancestros. También reconoce que estaba bajo
los efectos de hongos alucinógenos (sic), pero asegura que aquella
experiencia le llevó a dejar atrás un activismo político que no le
llenaba, y a encontrar una nueva forma de paz. Este disco es el fruto de
ese viaje interior: una obra inspirada en el llamado Milagro del Sol de
1917, también conocido como el Milagro de Fátima.
Saurom - Maryam (2010)
No
creo que esta gente necesite presentación. Estamos hablando de una
banda que hace apenas unas semanas llenó el Movistar Arena de Madrid con
más de 7000 almas. Casi ná. Pero sí que conviene recordar un disco que,
para mí, entra sin dudarlo en el top 10 de mejores álbumes de metal de
la historia de España. Y que, sin embargo, ha quedado tristemente
marginado en sus repertorios recientes, donde apenas rescatan un tema
del mismo. Decisión comprensible, no lo voy a negar, ya que el tono del
álbum se aleja bastante del espíritu fiestero tan característico de la
banda gaditana. Pero no por ello dejo de lamentarlo. Soy un poco rarito,
que le vamos a hacer. Los Saurom que más me gustan son los más serios.
‘Maryam’,
señoras y señores. Si hay alguien que no sepa de qué va el asunto, es
un disco conceptual que narra la pasión de Cristo desde el punto de
vista de María, su madre. Toda una ruptura respecto a su temática
habitual, más centrada en leyendas y cuentos populares. Y aun así, el
alma juglar de la banda se adapta sorprendentemente bien al tono solemne
que requiere la ocasión, sin perder por ello su esencia. Un disco
enormemente emotivo, con unas letras cargadas del dolor que solo una
madre siente ante el sufrimiento de su hijo. A día de hoy, pese al
tiempo que ha pasado y las docenas de veces que la he escuchado, soy
completamente incapaz de escuchar ‘Aquel paseo sin retorno’ sin que algo
se remueva dentro de mí. De hecho, mientras escribo estas palabras, no
he podido evitar volver a ponerla.
Wytch Hazel - IV: Sacrament (2023)
Toca
ahora hablar de uno de mis discos favoritos del año en cuestión. Desde
Lancaster, norte de Inglaterra, nos llega una banda que hace tiempo fue
señalada como una de las grandes promesas del hard rock del siglo XXI.
Pero que hoy son una realidad más que consolidada. Su música es una
auténtica oda al heavy rock setentero de bandas como Uriah Heep, Thin
Lizzy o los primeros Scorpions. Pero con sello propio, nada de ser la
enésima copia de la copia. Y aunque no lo proclamen a bombo y platillo,
hay un claro eje cristiano que recorre buena parte de sus letras y su
mensaje.
‘IV: Sacrament’ es su cuarto álbum, y el más reciente
hasta la fecha. Aunque perfectamente podría haber elegido ‘III:
Pentecost’ (2020), porque ambos son igual de excelentes (los dos
primeros ya no tanto, para qué engañarnos). Fue grabado de forma
analógica en una antigua capilla bautista reconvertida en estudio, lo
cual ya suena como una declaración de intenciones. El resultado es un
disco de hard rock de sabor 100% clásico, pero con las ventajas de la
producción moderna. Un trabajo con un sonido impecable y con
personalidad. Que además desprende un “buen rollito” difícil de
encontrar hoy en día, en un mundo cada vez más saturado de bilis.
Trouble - Psalm 9 (1984)
Una
auténtica leyenda que, por méritos propios, no puede quedarse fuera de
un listado como este. Hablamos de uno de los pioneros del doom metal en
su vertiente más clásica, coetáneos de nombres fundamentales como Saint
Vitus o Pentagram. Pero a diferencia de estos, Trouble introdujeron
desde el principio una sensibilidad distinta en sus letras. Al menos en
sus primeros trabajos (más adelante abandonarían ese enfoque), la banda
abordaba temáticas bíblicas y espirituales. Aunque siempre desde una
óptica universal, sin ánimo de predicar ni de evangelizar a nadie. Lo
suyo era más bien explorar la lucha interior, la redención, la fe y la
esperanza en medio del caos. Y eso, en pleno 1984, fue algo un tanto
insólito.
‘Psalm 9’ fue su debut discográfico, y más allá de su
contenido lírico, es una verdadera obra de arte. Oscuro y pesado como
mandan los cánones. Pero también melódico, evocador y sorprendentemente
positivo en su atmósfera. Sus riffs hipnóticos, la solidez de la base
rítmica y la inconfundible voz de Eric Wagner (que tenía esa mezcla tan
rara a la par que fascinante de fragilidad y fuerza); dan lugar a un
sonido realmente único. Y un pilar fundamental del género, que 40 años
después sigue imbatible.
Orthodox - Gran Poder (2006)
Los
sevillanos Orthodox son, sin duda, una banda fascinante. De esos casos
que uno puede decir, sin miedo a sonar pedante, que “no es para todo el
mundo”. Su música está lejos de ser de fácil asimilación: una suerte de
híbrido entre doom metal, stoner, drone y avant-garde, solo apto para
los más abiertos de mente. Sus letras tienen poco o nada que ver con la
temática que nos ocupa. De hecho, suelen ser bastante abstractas, y eso
cuando las hay. Y poco menos que podrían estar escritas en una
servilleta. Aquí, como ocurre con El Altar del Holocausto, lo
verdaderamente importante es lo instrumental. Es en ese plano donde
aflora también un tipo muy particular de espiritualidad. En este caso, a
través de influencias de la música típica de Semana Santa. La pesadez
del doom metal conforma una simbiosis sorprendentemente efectiva con la
imaginería andaluza, evocando procesiones, saetas, e incluso cierto
trance litúrgico que sobrecoge.
Aunque en lo personal, considero
que ‘Sentencia’ (2009) es su mejor disco, he preferido escoger ‘Gran
Poder’, su debut. Por la simple razón de que es más accesible, siendo
Sentencia su disco más vanguardista y experimental, y por ende poco apto
para un primer contacto. Pero vamos, cualquiera de sus primeros 4
discos merece mucho la pena, todos son joyitas. Lamentablemente, luego
perderían a su guitarrista, y continuarían en formato dúo, profundizando
en su vena vanguardista. Lo que sacaron a partir de ahí, si bien sigue
siendo recomendable, la verdad es que no es lo mismo. Y siendo sincero,
hace tiempo que les perdí la pista.
Panopticon - Autumn Eternal (2015)
Sin duda, el puesto que menos encaja con el resto. Incluso me atrevería a decir que al bueno de Austin Lunn, alma matter de este proyecto, el cristianismo no le cae demasiado en gracia. Pero he querido tomarme esta pequeña licencia no solo por aportar algo de variedad en este artículo. Sino además porque, aunque la inspiración sea distinta, el sentimiento es el mismo.
En sus inicios, Panopticon abordaba temáticas más
sociales y políticas, pero con el tiempo fue virando hacia una mirada
más introspectiva, naturalista y espiritual a su manera. Tiene varios
discos realmente fabulosos, pero Autumn Eternal me parece su obra
cúlmen. Para mi gusto, el mejor disco de 2015 (así, sin anestesia ni
paños calientes). Un álbum que desprende una aura que, aunque no nace de
la fe, suena igual de trascendente y evocadora. Una mágica mezcla de
black metal atmosférico con folk norteamericano, bluegrass y post-rock.
El tipo de disco que puedes escuchar caminando en silencio por el monte y
sentir que hay algo más ahí. No habla de Dios, pero lo roza. Y desde
luego, está en plena comunión con la obra de Él.
Demon Hunter - Extremist (2014)
Muy
bien… Basta ya de introspección y de misticismo. Ahora es el momento de
repartir hostias como panes, que el mal no se vence sólo con palabras
bonitas ni paisajes otoñales. Y que la portada del disco sirva como
declaración de intenciones: un cráneo de demonio agujereado por un
disparo. No es solo una imagen potente, es casi un símbolo de marca para
Demon Hunter, presente en todas y cada una de sus portadas. Y es que
esta gente no se anda con rodeos.
Desde Seattle nos llega esta
banda formada a principios de los 2000 por los hermanos Don y Ryan
Clark. Su base es el metalcore, aunque con el paso de los años han ido
puliendo su estilo. Al principio eran más crudos y directos, con fuertes
influencias del nu metal que tanto se estilaba por esos años. Más
adelante abrazarían un estilo más melódico, sin perder la contundencia
ni su mensaje claramente evangelizador. Porque sí, no se cortan un pelo
en cantar sobre fe, redención, lucha interior y esperanza… pero lo hacen
con riffs afilados y breakdowns que te dejan el cuello como para ir a
visitar urgentemente al traumatólogo.
Reconozco que no controlo
toda su discografía (que no es precisamente corta), pero de entre los
que sí he escuchado, el que más me gusta es ‘Extremist’. Creo que ahí
tenían el equilibrio perfecto entre agresividad y melodía (paradójico
que el disco se llamé así siendo el más equilibrado). Además, el disco
tiene una energía que contagia, casi de cruzada personal, como si te
dijeran: “Venga, levanta y pelea por lo que crees”. Y es que a veces
hace falta también ese tipo de empujón.
Fratello Metallo - Misteri (2008)
Cesare
Bonizzi, más conocido como il Frate Cesare, y más comúnmente como "el
fraile heavy". Puede que le recordéis. Fue un hombre que allá entre el
2008/2009 tuvo bastante fama y se hizo viral, especialmente en su Italia
natal. Fraile franciscano que llevaba desde principios de los 90's
divulgando los valores cristianos a través de la música. Y ya entrado en
los sesenta, decidió dar el salto (breve pero inolvidable) al mundo del
heavy metal. Mundillo del cual no era para nada ajeno, pues crónicas
del momento cuentan que era habitual verlo en esta clase de conciertos.
De hecho, decidió meterse en la música tras asistir a un concierto de
Metallica en 1990.
Publicó dos discos dentro del metal. El
primero, bajo el nombre de ‘Metalluminium’, era un alegato contra el
consumo de drogas, hoy prácticamente imposible de encontrar en buena
calidad (yo al menos solo lo he localizado en YouTube, y ni siquiera
completo). El segundo, el que le daría fama, fue ‘Misteri’, bajo el
alias de Fratello Metallo, con una temática mucho más espiritual. Con él
llegó a participar en festivales importantes, compartiendo escenario
con nombres del calibre de Judas Priest o Iced Earth. Pero su repentina
popularidad también le generó tensiones dentro de su entorno personal y
religioso, y acabó abandonando súbitamente su carrera de rockstar para
volver a sus hábitos. Aun así, se mantuvo activo durante años en su web
personal y su canal de YouTube. Poco antes de la pandemia se retiró de
la vida pública, debido a su avanzada edad. Lamentablemente, nos dejó en
noviembre del año pasado, a los 78 años. Un personaje realmente
entrañable, de los que se ven muy de vez en cuando.
Este segundo
disco, Misteri, es un tanto... peculiar. De todo el listado,
probablemente sea el único que no recomendaría a ciegas. Su propuesta
era de un heavy metal sencillo y directo, casi rozando el punk, y con
una forma de cantar un tanto extraña. Por momentos, más que estar
cantando, parece estar dando un sermón en plena eucaristía. Puede que te
haga fruncir el ceño en más de un momento. Pero, pese a sus
limitaciones, el disco tiene algo. Ese “no sé qué” difícil de describir
que lo hace especial. Un aura propia y entrañable. Como lo era el propio
Bonizzi.
Antestor - The Forsaken (2005)
He
querido dejar adrede este puesto para el final. Un grupo que
últimamente estoy escuchando muchísimo, y que ha sido mi principal
inspiración a la hora de escribir este artículo. La existencia del black
metal cristiano ya de por sí suena paradójica, aunque hoy día no es
algo inaudito. Lo que hace especial a este caso es que hablamos de una
banda formada a finales de los 80… en Noruega. Es decir, en el mismo
tiempo y lugar que el infame Inner Circle. Según las crónicas de la
época, los miembros de Antestor llegaron a recibir amenazas de muerte
por parte de personajes como Euronymous y Varg Vikernes. Y no siendo
precisamente estos unas hermanitas de la caridad, me parece un caso de
una valentía y autenticidad dignas de aplaudir.
En sus inicios,
la banda se movía en terrenos más doom/death, con Kjetil Molnes como
vocalista. Aunque llegaron a grabar un disco en 1994 y firmar un
contrato, por razones nunca del todo aclaradas aquel álbum no vería la
luz hasta muchos años después. No sería hasta 1998 cuando publicarían
por fin su debut oficial (demos aparte). Para sorpresa de muchos, y con
el Inner Circle ya disuelto, su propuesta despertó curiosidad y recogió
en general buenas críticas.
A título personal, creo que sus dos
primeros discos son muy buenos, más no excelentes. Es en 2005, con el
fichaje de Ronny Hansen como nuevo vocalista, cuando realmente alcanzan
su plenitud. Abandonan sus raíces doom para adentrarse en un terreno más
técnico. Una suerte de black metal melódico con toques sinfónicos, muy
en la línea de lo que Dimmu Borgir o Catamenia estaban haciendo por
aquellos años. ‘The Forsaken’ es, simple y llanamente, una maravilla. Un
disco que últimamente estoy quemando cosa bárbara. Y que, como dato
curioso a la par que irónico, su batería de sesión fue el mismísimo
Hellhammer, antiguo compañero de quienes años atrás les amenazaron de
muerte. Años más tarde, en 2012, publicarían ‘Omen’, otro discazo, en el
que incluso incorporan a la fórmula algún que otro ramalazo progresivo.
Pero en este caso creo que la producción no le termina de hacer
justicia, así que si tuviera que recomendar uno, me quedo con ‘The
Forsaken’.
Y
ya estaría. Me dejo muchos nombres en el tintero. El death/thrash de
Mortification. El black metal más crudo de Crimson Moonlight, o el más
atmosférico y emotivo de Hesychast. Bandas ochenteras como Barren Cross o
Bride. Proyectos de metal más actual como P.O.D. o Skillet. El metal
gótico y orquestal de los australianos Virgin Black. O incluso grupos
más mainstream que, pese a la creencia popular, han tenido una relación
bastante positiva con la religión, como Black Sabbath (especialmente en
Master of Reality) o Type O Negative. Pero tampoco quiero extenderme más
de la cuenta, y esto ya me ha quedado más largo de lo previsto. Así
que, si os portáis bien, igual algún día vuelvo con una segunda parte.
(PD: No creo que escriba segunda parte. Así que sentíos libres de portaros mal.)
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